Experiencias universitarias luego de un año y medio de virtualidad

Desde hace un año y medio que los estudiantes universitarios no han vuelto a la presencialidad y las experiencias de esta nueva normalidad se acumulan
Mailén y Bianca este año empezaron a cursar Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), ya aprobaron su primer trabajo práctico con 10 en la materia Sistemas Contemporáneos de la Psicología, pero todavía no compartieron un aula, ni siquiera un mate. Sólo se conocen de manera virtual.
“Es muy raro que no nos podamos juntar, hacer amistades, debatir nuestras ideas, intercambiar con el otro cara a cara”, cuenta Mailén, que vive en la ciudad de Córdoba y cursó también el último año del secundario de manera remota.
“Eso se nota en algunos trabajos prácticos, si antes te encontrabas con otros compañeros para hacer algo integral, se ve que hay ahora muchos que son partes juntas y no una idea del conjunto”, relata Bianca desde Sastre, Santa Fe.
Bianca volvió a inscribirse en la carrera este año. La virtualidad le permitió recuperar la posibilidad de estudiar en la Universidad. Aunque recuerda casi con cierto romanticismo como era entrar en un aula repleta y sentarse en el piso para escuchar una clase magistral. Mailén todavía no conoce cómo es por dentro su facultad.
Maternidad y trabajo
Camila estudia Arquitectura, también la UNC. Divide su tiempo entre esta responsabilidad y su trabajo. Además, es mamá de un niño de 4 años. “En este año y medio, la virtualidad viene siendo muy difícil para mí. Me encuentro estudiando, trabajando y cuidando a mi hijo, todo en un mismo lugar”, relata.
Para ella, la virtualidad ha eliminado los límites entre las actividades. En su caso, se trata de una sumatoria de responsabilidades y asegura que, como otros trabajadores que estudian, muchas veces le toca pasar de largo para “pseudocumplir” con las consignas educativas.
“A partir de este año, dejé de cobrar la beca Progresar. Así que tengo que trabajar el doble. Y entiendo que no podemos volver a la presencialidad, pero creo que faltan medidas”, consideró.
La Universidad, pidió, debería contemplar más medidas de acompañamiento al estudiantado, como las becas económicas. “Ayudaría a que otras madres como yo podamos avanzar con los estudios y recibirnos, en este contexto tan particular que nos impone trabajar el doble, vivir, ser madres y estudiar, todo en un mismo sitio”, apuntó.
Valentín es otro joven trabajador que se forma mientras cumple un sinfín de tareas. Cursa la carrera de Derecho en la UNC. También le resulta complicado, conviviendo con dos hermanos, avanzar en su instrucción.
“Por el hecho de ser un trabajador precario, nunca fue fácil avanzar en la carrera. Pensé que en el marco de la pandemia se iban a atender nuestras necesidades. No fue así. Por ejemplo, no hubo cambios en el acceso a las becas de apoyo económico y aumentó la cantidad de trabajo”, alertó.
La cursada permanente
Pedro transcurre el último año del profesorado de Ciencias de la Educación en la UNC y se encuentra realizando las prácticas docentes. “Es un logro inmenso que se haya podido sostener, en educación superior, la presencia en clases de esta manera me parece un logro inmenso. Los docentes han dado todo de sí para sostener esto, dando hasta dos o tres veces más de lo que venían dando antes de la pandemia”, destacó.
Sumado a esto, dijo que hubo un cambio en la relación entre el estudiantado y las tecnologías. “Nos hemos apropiado de esos elementos. Se han hecho buenos trabajos pedagógicos con eso, propuestas muy buenas”, relató.
En una de sus materias, subrayó, tuvieron que enfrentarse a propuestas distintas, que implican instalar y dominar software. “Valoré muchas propuestas y otras quedaron también desactualizadas. Algunas personas, como docentes grandes, sienten rechazo por la tecnología”, analizó.
También sintió que se borró un “límite del tiempo de la cursada”. Pero a la vez habló de una “ilusión” y de que los ritmos de estudio siguieron siendo exigentes. Y que por todo ello, la cantidad de materias que se pudieron cursar, al menos en su caso, fueron similares a las que pudo cursar en presencialidad.
Nos vemos en 10 días
Emilse egresó el año pasado de la Facultad de Matemática, Astronomía y Física (Famaf). Lo primero que compartió de su experiencia durante la pandemia fue un recuerdo que a la distancia le genera impacto. “Todavía recuerdo cuando mis profesores me dijeron: ‘Nos vemos dentro de 10 días’. Pensar que aún no los he vuelto a ver de manera presencial y ni siquiera sé si los veré, ya que soy una egresada de la virtualidad”.
“Si pienso en lo académico, creo que hay aspectos tanto positivos como negativos. Entre los aspectos positivos, encuentro el hecho de que las clases quedan grabadas”, destacó, como un aspecto que favoreció a estudiantes que por trabajo, o por ser padres, no podían asistir a las clases.
“Sin embargo, sabemos que el acceso a las clases no implica el acceso al conocimiento y en este punto encuentro una de las mayores dificultades de la virtualidad sobre todo en carreras relacionadas con las ciencias duras, como es nuestro caso”, evaluó.
“Hay que volver a hablar sobre el regreso a las aulas aunque sea con una modalidad mixta (presencial y virtual). Si pudimos armar protocolos para asistir a bares, casinos, comercios ¿por qué no para asistir a la facultad?”, se preguntó.
La recibida
Celeste rindió su última materia para recibirse de contadora en diciembre del año pasado. Fue en su casa, únicamente su familia íntima estaba allí para acompañarla en ese momento. Ni sus compañeros, ni quienes rindieron con ella la pudieron felicitar de manera personal, ni esperarla con huevos y papel picado a la salida de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC.
Hace unas semanas participó de la colación virtual. “No fue lo mismo que hacer el juramento y recibir el diploma en la Sala de las Américas, con tu familia y tus compañeros”, relata, con la esperanza de poder hacerlo alguna vez.
“Cursar el último año de manera remota no fue fácil. A algunos compañeros les generó mucho estrés, en un examen se te podía cortar la luz o internet. A mí no me pasó y si bien se contemplaban esos casos, lo cierto es que hubo varios que sintieron esa carga”, cuenta.
Celeste apunta que el intercambio que da la presencialidad es irreemplazable. “Se perdió estudiar con los compañeros en la biblioteca, intercambiar ideas y dudas y el acompañamiento de los profesores es distinto en la presencialidad, donde te podés acercar y plantear algo que no entendiste, no sólo con un mail”.
Comentarios (0)
Comentarios de Facebook (0)